BELÉN QUE SE EXPONE, EN EL CUARTEL DE LA GUARDIA CIVIL DE OVIEDO.
En un especio del amplio hall, de estilo vanguardista, que se interpone entre el pasillo, por el que se accede a la cafetería, y las Oficinas de Intervención de Armas, aprovechando ese ángulo con una superficie de dieciocho metros cuadrados, se ubica el Belén que nos ocupa.
Menester se hace, plasmar en este relato, de manera exhaustiva, todas y cada una de las escenas que la integran, y así poder evidenciar que en su conjunción tiene un valor intrínseco, su realización es artesanal, y el material empleado, ha sido convenientemente reciclado.
Su frontispicio con longitud de nueve metros lo conforman cinco arcos, cuatro simétricos, y el central más constreñido, con el fin de ocultar una fornida columna.
Los dos laterales que forman el ángulo, asentado sobre la base del hall, se elevan unos sesenta centímetros sobre un pedestal de piedra caravista, color gris ceniza, e ingletadas entre sí, que siendo un sucedáneo, su perfección se confunde con la realidad.
Desde estos arcos hasta la techumbre, existe una franja rectangular, a modo de cenefa, que se extiende todo a lo largo, color ocre, y sobre ella descienden musgo y hiedra, a la que adhiere, que la da una sensación de frescura.
Remata el arco central el escudo de la Benemérita.
A su realización, ha prestado su abnegada colaboración, su compañero y amigo Lorenzo; de ambos en los ratos de asueto y restando horas al sueño, han logrado durante cuarenta y dos días, acostándose a veces a las 2 y 3 de la madrugada, con un esfuerzo ímprobo, su entrega generosa y desinteresada, exteriorizar el vehemente anhelo que dentro de ellos anida.
Dada la amplitud de este Belén, sus numerosas escenas, voy a intentar, de forma exhaustiva, describirlo, pero me libera de mucho las fotos que aquí se muestran, en las que de manera real podéis conocerlo.
Todo este conjunto, se encuentra amurallado, y de él se sale, a través de un arco, remedo del de Medinaceli.
Con unas empinadas, pedregosas y serpenteantes calles, en donde se asientan, preciosas casitas, con estilos indefinidos, una de ellas, la habitada por Isabel y su esposo Zacarías, y en su terraza, este anciano matrimonio, espera impaciente, la visita de la linda y joven muchacha, su prima María.
Extrayendo del hecho Histórico, en que María, anuncia a Isabel su prima, que va a concebir un hijo, y esté salta de gozo en su vientre, y así a la que llamaba estéril, a concebido un hijo, porque para Dios, nada hay imposible; ahora podemos imaginarnos, como ambas primas, se funden en un cálido abrazo, y esta escena, es presenciada por el anciano Zacarías.
En hogar de María y José estaba cercano y es de una sola planta, parte dedicada a vivienda y el resto a taller, en donde José, ejercía la noble profesión de carpintero. Allí vemos, el banco, con su torno fijo a él, la garlopa, el cepillo, el serrote, la gubia, el mazo, la escofina, la escuadra, la regla, el metro y todos los útiles necesarios, y colocadas maderas, de distintas formas y medidas, un haz de redondos troncos, para transformarlos en mangos, para la azuela, hachas y otros menesteres, que las gentes se encargaban a José, de cuyo trabajo sustentaba su tierno hogar.
Todo a lo largo y ancho, se asientan un lavadero con cuatro columnas, sobre las q se asienta, un tejado a dos aguadas, cubierto por teja curva, color rojo y sus cuatro costados formados por muro y dentro el caño que lo llena de agua, y en los dos laterales, más largos, las tajas, hechas de pizarra, sobre las que María y las mujeres del barrio, lavaban la ropa, que frotaban y restregaban para extraer la suciedad, y como esta labor es ingrata y cansina, se observa a varias féminas, sentadas en derredor al lavadero, para descansar, tender las ropas al sol y además charlar animadamente.
Además, las fraguas eran un lugar, en donde se reunían varios hombres, que allí calentitos, al amor de aquellas leñas encendidas, degustaban el pitillo colocado en la comisura de sus labios y siempre había algún chistoso, que presumía de algunas féminas.
Lo importante y trascendente es la escena de la natividad; dentro de la cueva aparece la virgen María, San José, su esposo, y ambos contemplan extasiados al niño Jesús en medio de ellos, y en una esquina, una hoguera, que San José había colocado, para lograr un poco de calor, en aquel frio e inhóspito lugar.
En el ángulo final un peñascal, del que brota una abundante fuente cuya agua da el nacimiento a un rio que se desliza pendiente abajo, y parte de su agua es aprovechada para mover las turbinas, del molino que a su vez mueve las piedras que molturan el grano convirtiéndolo en harina, y el agua ya aprovechada, sale por la presa y vuelve a retornar al cauce que para cruzarlo de uno a otro lado existe un coqueto puente.
También podéis ver un caballo, girando en círculo sobre un brocal de un pozo, sacando con sus cangilones el agua.
Existen linares, sembradas de verduras, que riegan con el agua sobrante del molino.
Las vacas, ovejas y demás animales, embellecen este Belén.
Ahora que el lector, conoce y puede valorar el Belén que he descrito, se me brinda, como miel sobre hojuelas, la oportunidad para daros a conocer los orígenes y la evolución del arte de los Belenes con el sabor de navidad.
San Francisco fundó la orden franciscana y las Hermanas Clarisas, y en un viaje que realizó a Belén, de donde regresó en 1223, tres años antes de su muerte, asistió a la representación en una cueva donde supuestamente había nacido Jesús, de la festividad de la Natividad y tan impresionado quedó que decide exportar la idea a Italia.
Para llevarla a cabo, solicitó permiso al Papa Honorio III, y una vez conseguido busca una cueva donde materializar la imagen.
Podía decirse, se institucionalizó de modo indeleble el Belén.
La iconografía que recrea el nacimiento de Jesús es muy antigua, data del siglo II.
Las Catacumbas de Priscila, en el centro de Roma, así lo atestigua. Puede contemplarse la primera imagen que se conoce de la Virgen con el Niño. El Fresco representa a la madre de Jesús sentada, con un velo, vestida con una túnica y sosteniendo a su hijo en brazos.
La tradición se ha extendido año tras año entre las clases populares y los nacimientos se hicieron habituales en los lugares españoles.
Un Arte de siglos que se debe conservar.
Finiquitado este extenso reportaje, a todos os deseo, que estas entrañables fiestas navideñas sean venturosas y que ese Jesús nacido en Belén, derrame sobre vosotros Paz y Bien y a todos un abrazo y en él, mi cariño y respeto.
FIN
NAVIDAD 2009
MANUEL SERRANO VALBUENA
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